Reflexiones… para
mejorar nuestra vida…
Mi
percepción, a medida que envejezco, es que no hay años malos.
Hay años de fuertes aprendizajes y
otros que son como un recreo, pero malos no son.
Creo firmemente que la forma en que se
debería evaluar nuestra vida tendría más que ver con cuánto fuimos capaces de
amar, de perdonar, de reír, de aprender cosas nuevas, de haber desafiado
nuestros egos y nuestros apegos.
Por eso, no debiéramos tenerle miedo
al sufrimiento ni al tan temido fracaso, porque ambos son sólo instancias de
aprendizaje.
Nos
cuesta mucho entender que la vida y el cómo vivirla depende de nosotros, el
cómo enganchamos con las cosas que no queremos, depende sólo del cultivo de la
voluntad.
Si no me gusta la vida que tengo,
deberé desarrollar las estrategias para cambiarla, pero está en mi voluntad el
poder hacerlo.
"Ser
feliz es una decisión", no nos olvidemos de eso.
Entonces, con estos criterios me
preguntaba qué tenía que hacer yo para
poder construir mi vida futura, porque todos estamos en el camino de aprender
todos los días a ser mejores y de entender que a esta vida venimos a tres cosas:
a)
a aprender a amar
b)
a dejar huella
c)
a ser felices
En
esas tres cosas debiéramos trabajar todos los días.
El tema es cómo y creo que hay tres
factores que ayudan en estos puntos:
1.
Aprender a
amar la responsabilidad como una instancia de crecimiento.
El
trabajo, sea remunerado o no, dignifica el alma y el espíritu y nos hace bien
en nuestra salud mental.
En Chile, el significado del cansancio
es visto como algo negativo de lo cual debemos deshacernos y no como el privilegio de estar cansados porque eso
significa que estamos entregando lo mejor de nosotros.
A esta tierra vinimos a cansarnos;
para dormir tenemos siglos después.
2.
Valorar la libertad
como una forma de vencerme a mi misma y entender que ser libre no es hacer lo
que yo quiero.
Deberíamos
ejercer nuestra libertad haciendo lo que debemos con placer y decir que estamos
felizmente agotados y así poder amar más y mejor.
3.
El tercer y último punto a cultivar en nuestra vida es el
desarrollo de la fuerza de
voluntad.
Ese maravilloso talento de poder de esperar, de postergar
gratificaciones inmediatas en pos de cosas mejores.
Este
a mi juicio es el gran elemento a educar durante todo el siglo XXI. Es dentro de todo este trabajo donde nos
debiéramos concentrar en:
Ø Sentarnos en la mesa en familia, mínimo una
vez a la semana, ojala todos los días.
Ø No contestar
teléfonos mientras estamos comiendo.
Ø Sentir que
los únicos ruidos que se escuchan sean los de nuestras voces.
Ø Hacernos cariño y tratarnos bien como país y
como familia.
Ø Saludarnos en los ascensores,
saludar a los guardias, a los choferes de las micros.
Ø Sonreír por lo menos una o
varias veces al día.
Ø Querernos.
Ø Crear dentro de nuestras
casas, hogares. Y para eso tiene que haber olor a comida, cojines aplastados y
hasta manchados, cierto desorden que acuse que ahí hay vida.
Nuestras casas, independientes de los
recursos, se están volviendo demasiado perfectas que parece que nadie puede
vivir adentro.
Ø Tengamos contacto con la naturaleza.
Ø Juguemos, riamos y démonos el tiempo de
compartir con los abuelos, imprimámosle las fotos para que las vean
como a ellos les gusta y disfrutemos de sus sabidurías. Hagamos que nuestros
hijos compartan con ellos, así entenderán sus historias.
Ø Tratemos de crecer en lo espiritual, cualquiera
sea la visión de ello. La trascendencia y el darle sentido a lo que hacemos
tiene que ver con la inteligencia del nuevo siglo: la inteligencia emocional y
espiritual.
Ø Tratemos de dosificar la tecnología y demos
paso a la conversación, a los juegos "antiguos", a los encuentros
familiares, a los encuentros con amigos, dentro de casa.
Valoremos
la intimidad, el calor y el amor dentro de nuestras familias.
Si logramos trabajar en estos puntos y
yo me comprometo a intentarlo, habremos decretado ser felices, lo cual no nos exime de los problemas, pero
nos hace entender que la única diferencia entre alguien feliz o no, no tiene
que ver con los problemas que tengamos sino que con la ACTITUD con la cual
enfrentemos lo que nos toca afrontar.
El
futuro vendrá con lo que tenga que venir, todo será necesario y maravilloso, lo
bueno, lo malo, lo bonito y lo feo, acojámoslo con amor y con gratitud y con el
alma abierta a todo lo que tendremos que aprender de él.